lunes, 1 de agosto de 2011

Aicha y Leontina

Cuando la vi por primera vez a penas reparé en ella, una niña más de las tantas que iba conociendo. Pero cuando escuché su nombre, la pequeña Aicha pasó a formar parte de esos pequeños recuerdos que sabes con certeza que vas a recordar. Relacioné a la niña con una canción que hace tiempo me mostró un gran amigo; una canción que en su día me caló muy dentro, casi tanto como lo ha hecho a día de hoy esta cría. Cada vez que la veía aparecía en mi cabeza la letra, la música, la melodía de la canción.
http://www.youtube.com/watch?v=f0nFTdKlKLw&ob=av3n
Aicha, además, resultó ser la hija pequeña de Leontina, nuestra cocinera y gran ama de la casa. Leontina ha sido lo más parecido a una madre cuando la tuya está a miles de kilómetros. Nos costó empezar a entendernos, pues sus palabras son rápidas y su voz muy bajita, y mi francés... mi francés es una pena. Todavía hoy nos cuesta entablar conversación, aún así con reírnos tenemos suficiente. Todos los domingos nos acompañaba junto a Eugenio, un amigo italiano, a la playa. Allí intercambiábamos sonrisas y risas mientras yo me peleaba con las olas y ella buscaba peces. La simpática de Leontina hizo que uno de esos días tuviera que salir del agua a todo prisa a causa de uno de sus pececitos. Yo estaba jugando con las olas, intentando sobrevivir a ellas (el mar estaba muy revuelto), disfrutando de los empujones que me llevaban a la orilla... cuando Leontina me llama y me enseña un pez, esta vez era enorme, que acababa de traer el mar. Por supuesto, con una sonrisa más que grande y pensando que a mi me haría la mar de ilusión. Pues no, ¡Tina, te equivocaste!. Me dio tanto asco que tuve que salirme del agua. Solo de pensar que uno de esos animales podía chocarse contra mi cara mientras me lo pasaba pipa con las olas... me daba pánico, mucho pánico. Cuánto hemos disfrutado, Leontina, y cuantísimo me has ayudado. Ayer mismo, cuando pasaba uno de mis peores momentos aquí a causa de la fiebre (para acabar con buen pie decidí ponerme enferma los últimos días), se ocupó de mi como la que más. Cuando la temperatura me subía ella me ponía paños de agua en la frente, cuando me notaba sedienta ella me traía algo de beber, cuando rompí a llorar se sentaba a mi lado. No tengo más que palabras de cariño y admiración hacia esta mujer que desde que me conoció no ha hecho más que ponerme su mejor cara y hacerme pasar unos ratos más que agradables.

Supongo que tras esta reflexión puedo comprender porque Aicha es especial. Me costó acercarme a ella, aparentemente parece una pequeña, como cualquier otra, que antes o después va a sonreírte y a pedirte que le fotografíes. Aicha no. Lo noté desde que intercambiamos miradas. Sus ojos me transmitían distancia, desconfianza, incluso diría que tristeza; quizás mi color de piel, quizás que soy una desconocida, quizás que siempre iba con su madre a los sitios que ella no podía acompañarla... Cada vez que nos veíamos me seguía con la mirada, desde la silla de al lado o desde el otro lado de la casa. No voy a negarlo, por primera vez una mocosa de tres años me imponía. Aún así esa niña tan seria ha ido abriéndose a lo largo de los días, poco a poco, a mí. Siempre, y aunque de manera sigilosa, intentaba llamar mi atención y yo entraba en su juego. Si ella me evitaba yo trataba de evitarla, si ella daba dos pasos, yo daba otros dos y si ella no me sonreía yo tampoco lo hacía. Así ha sido siempre nuestra relación, y así hemos aprendido a jugar juntas, a conocernos con las miradas y a intercambiar algún que otro abrazo. No hace mucho se sentó en mis rodillas, salió únicamente de ella. Ese día me sentí muy afortunada, increíblemente afortunada. Una de las cosas que más le gustan es que le agarre por la cintura y le de vueltas apoyada sobre mi hombro. A mi me encanta hacérselo (las pocas veces que me ha regalado una buena sonrisa ha sido con esta acción).

Y sí, efectivamente, hay personas, sensaciones o momentos que por mucho que pase el tiempo es imposible que pueda olvidar. Ellas, Aicha y Leontina, madre e hija, son un ejemplo de esos buenos recuerdos.

viernes, 15 de julio de 2011

"La salat", el rezo de los musulmanes

El primer día que dormí en Dakar me desperté con un sonido de fondo peculiar y poco habitual. Era muy pronto, las cinco de la mañana, y mi gran curiosidad me llevó a saltar de la cama rápidamente y comprobar desde la terraza de mi habitación de donde procedían esos cánticos. Después de varios minutos disfrutando atónita de mi nuevo descubrimiento: voilá…“La salat”; estaba escuchando por primera vez el rezo de los musulmanes. Despierta María, una nueva religión acaba de darte la bienvenida.

Después de tres días aquí pude observar esta práctica en un pequeño centro de oración situado en medio de una de las calles de Thies. Así fue como comprendí que no es necesario acudir a las mezquitas para practicar la oración, desde cualquier lugar en el que estés situado puedes hacerlo. Aún así la mayoría de ciudades senegalesas cuentan con estas edificaciones religiosas. Todas ellas están provistas de grandes altavoces y megáfonos que tienen la función de hacer llegar la oración a todo el pueblo. Siempre hay un encargado de tomar el mando, tanto para llamar al rezo como para dirigir las oraciones diarias. Cada día lo hacen cinco veces: la primera, Fajr, al amanecer antes de la salida del sol; la segunda, Zuhr, antes de la comida diaria. Después, Asr, es a media tarde y antes de la puesta del sol; Al anochecer, Maghrib, y por la noche: Isha. Aún así el horario depende de la época del año y la zona. Una de las condiciones obligatorias es rezar situándose en dirección a la Meca, al norte. 


Actualmente, la mayoría de la población senegalesa es musulmana y solo una muy pequeña minoría pertenece a la iglesia católica. Ambas conviven en auténtica armonía y respeto. Por otra parte y una de las cosas que más llamó mi atención fue contemplar en las paredes de edificios representaciones de figuras humanas, algo prohibido en el Islam. Aquí es habitual ir paseando y contemplar imágenes de líderes religiosos (también actuales) en todo tipo de lugares: casas, tiendas, coches, barcos, ropa… La sociedad senegalesa es una sociedad muy arraigada a sus costumbres y tradiciones, y así ocurrió con el Islam. Sin tocar ninguno de sus cinco pilares básicos y fundamentales introdujeron sus propios valores. Esa fue la principal razón por la que ellos sí admiten la representación gráfica de líderes, los cuales tienes una importancia absoluta para sus seguidores.

Con el paso de los días escuchar “La Salat” de fondo se ha convertido en una de las cosas más habituales. A pesar de ello todavía hay días que me quedo absorta escuchando sus oraciones y en cambio hay otras en las que ese gran descubrimiento de hace quince días llega a resultar un tanto pesado.  Esto es solo una pequeña parte de lo que voy aprendiendo del mundo islámico en este país. Aún queda mucho por investigar y más aún por conocer.  Una vez más me RE-afirmo: “Sólo sé que no sé nada”. 

"Fast to furious: Senegal"

Ayer escapé de la policía en un taxi suicida. Sí, es lo que tiene Senegal, que de vez en cuando vives auténticas y emocionantes películas.
Mami, Estela y yo habíamos decidido ir al gran mercado de Thies a comprar pescado y mangos. Para ello tomamos un taxi. Aquí hay taxis por todos lados, me recuerda a las series y películas americanas en las que sin llamarlo aparece uno en el momento preciso. Senegal en ese sentido se lleva la palma, ¡qué narices, ni americanos, ni ingleses!.
Pues bien, salimos por la puerta y ahí estaban nuestro taxi y el suicida de su conductor. Conductor que, montes en el taxi que montes, siempre te hablará en wolof -la lengua que utilizan habitualmente los senegaleses-. Por lo tanto no me entero de nada de lo que hablan durante todo el trayecto, y en días como el de ayer... lo prefiero. Mi sonrisa ya se encarga de manifestar mi estado de ánimo y mi agradecimiento pleno por llevarme al destino correcto.Y aquí comienza nuestra sensacional experiencia:
Subimos, saludamos, hablan en wolof y hablan en wolof de mi: "sí, soy española" y me descojono viva, para variar, mientras ellos parlan alguna que otra palabra española que sepan; la mayoría de las veces tienen que ver con el fútbol, y parece que en este país todos se decantan por "El Barsa": ¡vaya hombre, dieron con una madridista!. Tras recorrer unos pocos metros nos encontramos a un policía, es muy habitual verlos en cualquier sitio. El tráfico es un caos y pocas veces se encarguen de regularlo pero ellos ahí están de cuerpo presente cumpliendo con "su deber".
Éste utilizó su silbato y con un fuerte pitido nos indicó que parásemos. Cuando las tres esperábamos que así fuera, nuestro taxista, mientras miraba por el retrovisor que poco después estuvimos a punto de perder, siguió avanzando. En un principio pensé que iba a parar más adelante pero un sorprendente volantazo nos llevó a una nueva calle (cuestión de milésimas de segundo). ¡Bien, estábamos huyendo del policía!.
Mami, que estaba situada en el asiento delantero, miro hacia atrás y me dijo: "No tiene papeles". Lo primero que pasó por mi cabeza fue mi imagen en la comisaría chapurreando francés y tratando de dar explicaciones para que no me detuviesen (y hasta me hubiese gustado experimentarlo, sin ninguna duda). Pero no, no tuve tiempo de pensar en eso, con rezar por mantenerme con vida ya era suficiente.
El taxista empezó a atravesar callejuelas, unas con salida, otras sin ella y otras demasiado estrechas como para poder pasar por ellas... Aún así no había nada imposible para nuestro conductor.
El ambiente era ideal: la adrenalina sobraba y la emoción cada vez se hacía más patente asique sin dudarlo y como protagonistas de un buen film nos metimos de lleno en nuestro papel. Pasamos por encima de montones de basura, atravesamos descampados, circulamos durante diez minutos marcha atrás... vamos, toda una experiencia digna de presenciar. No pillamos a ninguna persona pero rozarlas, las rozamos; tampoco colisionamos con nada, el taxista era un auténtico experto en la conducción temeraria. Aún así había poco tiempo para pensar en que, y en que no, se cruzaba en nuestro camino. Y no estoy exagerando, es probable que incluso me dejé algún detalle importante por contar... Pero es mejor ahorrármelo para que mi madre pueda dormir tranquila.
Resulta que esto es bastante habitual, la mayoría de los taxistas no tienen el carnet o les faltan los papeles (pero sí se hacen con un taxi) y cuando les pilla la policía deben pagar una cantidad de dinero, cantidad que sea mayor o menor el senegalés no está dispuesto a soltar: ¡la pela... es la pela y cuesta mucho conseguirla!. Y claro que sí, ahí estuve yo, con mi sonrisa habitual sintiéndome toda una actriz de Hollywood. Para que mentir, ni me preocupé ni me sorprendí, simplemente me dediqué a disfrutarlo. El taxista finalmente cumplió con su ibligación: llevarnos a nuestro destino. Y yo tuve la suerte, o sí, de conocer todos y cada uno de los atajos, y no atajos, de la ciudad de Thies. ¿¡Qué más se puede pedir!? :)

martes, 5 de julio de 2011

"La plage du Senegal"

"La ley del más avispado"

El primer día que desperté en Dakar lo primero que hice fue salir a la terraza de la habitación. Aterrizamos la noche anterior, a eso de las diez. Aquí anochece pronto, antes de las ocho el sol ya se ha metido y en las calles cortan el alumbrado. Por lo tanto, no pude contemplar que se escondía tras la oscuridad hasta la mañana siguiente.
Y así fue, con los ojos aún semicerrados salí a la terraza. Las vistas me regalaron a un joven senegalés lavando cuidadosamente a su caballo para después recorrer Dakar y hacer su trabajo diario. 


Me llamó la atención poder ver animales de tiro. Éstos son animales domésticos utilizados para la tracción animal o como medio de transporte. Están sujetos a un carruaje en el cual se transportan mercancías de un lugar a otro de la ciudad, ya sean alimentos, material de trabajo o incluso personas si lo utilizan como medio de transporte. Aquí es habitual encontrarlos por todas las calles y carreteras. La agricultura es la principal fuente de trabajo en Senegal, por lo tanto hay casi tantos carros tirados por animales como coches.
Es gracioso circular por los caminos o carreteras de la ciudad, el tráfico es un verdadero caos. A pesar de haber (normalmente) dos carriles, y algún que otro guardia que dirige el tráfico, en las carreteras suele primar la ley del más rápido o del más avispado. Cuando hay más de dos coches y un espacio limitado cada uno impone sus reglas. Aún así es algo habitual y nada extraño. Se dan pocos accidentes, saben respetar las decisiones del que primero toda la iniciativa. También es habitual tener que frenar cada pocos metros porque los niños y niñas, sobre todo de menor edad, se cruzan cuando menos te lo esperas. Las calles están llenas de personas y los más pequeños suelen pasarse horas y horas correteando por la calle, no ven el peligro. 
Ir despacio y con cuidado prevalece sobre el resto de acciones. Tomemos nota de ello. 

lunes, 4 de julio de 2011

"L'enfant et la mangue"

Le belle fille (Champ de Thies)

Sorpresas como ésta te encuentras paseando por el campo senegalés.

Una mañana en Thies

El sábado por la mañana recorrí Thies junto a Rafa. Teníamos que ir a visitar a una familia a la que habían arreglado el techo de su pequeña choza, ir al supermercado y repostar gasolina. De esta forma, y desde la camioneta, fui contemplando atentamente parte de la ciudad.
Cuando monto en la camioneta de Rafa (Rafa es el padre salesiano de la iglesia cristiana de Thies, donde resido) me quedó absorta en cada uno de los detalles que veo tras la fenetre, la ventana. Si no me hablan yo no abro la boca para mediar palabra y si lo hacen no retiro la mirada de la calle. Senegal está lleno de historias, tantas como personas tiene. Cada detalle aquí es descriptible. Sus habitantes, sobre todo  los más pequeños, cuando pasas a su lado te saludan entre risas: “Bonjour, bonjour”. Algunos atrevidos persiguen la camioneta y después de un rato se suben a su parte trasera, es cuestión de segundos que bajen de ella. La gente aquí  es muy amigable y simpática. Ellos lo comparten todo contigo y te regalan sus mejores sonrisas. Eso fue lo que ocurrió cuando visitamos a una familia de Thies.
Días atrás Rafa había cubierto la parte superior de su choza y fuimos a comprobar que todo funcionaba correctamente. Allí estaba una pequeñuela con su trocito de mango de la mano. En Senegal es muy habitual encontrarte esta fruta por todos lados, todo el mundo come mango. Yo tuve la suerte de probarlo por primera vez y el sabor es delicioso.
Después de despedirnos de la agradecida familia montamos de nuevo en la camioneta rumbo a la gasolinera. Allí fue donde tuve mi primer contacto con los niños mendigo (hasta ese momento desconocía el significado del término; hablaré de ellos otro día, con más calma). La gasolina en Thies está muy cara. Senegal es uno de los países africanos donde no hay petróleo y por lo tanto el precio de la gasolina se eleva en mayor proporción que en sus países vecinos. En cambio Senegal es rico en oro, hay por todas partes según me contó Rafa.
Y así fue una de mis mañanas en Thies, siempre productivas; y sobre todo la mar de entretenidas.  

domingo, 3 de julio de 2011

"María 1 - Grillos 0" (Thies)

Y esta vez fueron los dichosos grillos los que me dieron la noche. Caos en mi cabeza, caos en la habitación, y caos a la hora de encontrarlos... ¡Un espectáculo digno de presenciar!
Me despertaron a eso de las cuatro de la mañana con su "gri, gri" característico. Para empezar no me había planteado la posibilidad de que en África hubiese grillos y menos aún que los grillos pudieran hacerse con mi habitación. ¡Pues sí! Esta noche comenzaron la invasión, o quién sabe, quizás ayer por la tarde ya estuviesen planeando asaltar mi burbuja personal... Y así ha sido.
Cuando África dormía, cuando no se escuchaba ni un mísero ruido ... ¡bum! "GRi, GRi, GRi, GRi". Preparé mi ofensiva y estaba más que decidida a atacarles; no me daban ninguna pena, habían interrumpido mi sueño y dadas las altas temperaturas es costoso, muy costoso, cogerlo.
Primero estudie la manera más fácil y rápida de enfrentarme con la "bigger" mosquitera que forma ya parte de mi cama. Cuando lo conseguí, encendí mi nueva linterna y comencé la búsqueda. Tras andar varios metros allí le encontré, al grillo correteando entre mis pertenencias. Saqué el único fusil que tenía a mano y fui tras él. La lucha fue rápida, el muy cobarde salió corriendo entre las rendijas de la puerta, ¡bien!, conseguido. Y loca de contenta volví a adentrarme en mi tela de araña personal. Dispuesta a coger el sueño volvió a irrumpir ese horrible sonido en mi habitación: "Mierda, los malditos bichos se han multiplicado y vienen a por mi con todo su arsenal". Efectivamente, y sí: "La invasión de los grillos, segunda parte".
Me desperté con peor humor que la vez anterior y tras pensar seriamente cual sería la forma de ataque más eficaz y menos dolorosa (en ese momento no sentía ningún tipo de piedad por ellos), elegí el cañón: INSECTICIDA YOTOX: INSECT KILLER. Destructivo. Totalmente destructivo.
Sin pensármelo dos veces busqué a oscuras mi objetivo, y conseguí dar con él. Estos animales tienen una capacidad de esconderse y de putearme en mi cara de lo más increíble. Claro, ni "grillaban", ni estaban visibles (tontos ya di por hecho que no son). Eché mi "INSECT KILLER" por la zona que habían marcado su territorio y estuve más de cinco minutos cagándome en él o ellos (ya no estaba del todo segura cuantos soniditos estaba escuchando). Con la esperanza de que hiciese efecto mi último ataque desistí. Apagué la luz, apagué mi pequeña linterna y me aislé entre la mosquitera. ¡BIEN! Habían parado, no se escuchaba nada. Haciendo un gesto de victoria con mi mano derecha me puse cara a la pared buscando la mejor postura para descansar después de la que "supuestamente" había sido mi última intervención.
"GRI, GRI, GRI, GRI": "FUCKING GRILLOS, tercera parte".
Ahora sí, acabaría con él costase lo que costase. Preparé de nuevo mi mejor fusil y me levanté como una bala. Retiré bien mi maleta, estudié los puntos débiles del bicho y los lugares más factibles y le hice salir de su trinchera. Huyó y correteó por toda la habitación hasta que... zapatillazo y el pobrecito pasó a mejor vida. En plena lucha apareció otro, venía a defender a su compañero. Debió pensárselo dos veces antes de tener las suficientes agallas y enfrentarse a mí. OBJETIVO CONSEGUIDO.
Ahora me da pena, me siento una persona cruel... ¡Animalitos! Pero en ese momento me sentí toda una heroína. La batalla había acabado y había sido la vencedora.
¿Contra que animal me tocará luchar esta noche? ¿Escorpiones? Haberlos... haylos.

sábado, 2 de julio de 2011

Petite Vanesa (Thies)

Hoy he conocido a Vanesa. Una preciosa niña de ojos saltones que no paraba quieta ni un segundo. Tenía el pelo lleno de trencitas y unos pendientes de aro que le hacían parecer mayor. A penas tendrá año y medio.Vestía un vestido en tonos blancos y los pies los llevaba descalzos. Asique aproveché para juguetear con ella haciéndole cosquillas. A pesar de divertirle, Vanesa era una tipa dura y se negaba a sonreírme. Es probable que pensase qué coño pintaba una pesada, blanca e insistente invadiendo el sofá de su casa; y que encima le hablaba en idioma extraño que no entendía. Aún así la pequeña mantenía su mirada fija en cada movimiento que yo hacía hasta que me senté delante de ella y me agarró del dedo índice. Me lo sujetó con fuerza y se incorporó para demostrarme que ya sabía ponerse de pie. ¡Qué mayor!. Y mi sorpresa llegó poco después cuando se vengó de mi por haberle estado agobiando anteriormente: sin soltarme el dedo se lo llevó a la boca y lo convirtió en su nuevo chupete. Creo que mi sonrisa no había sido tan grande desde que pisé Senegal hasta ese momento. Vanesa no me sonreiría pero mi dedo le hacía la niña más feliz. Me siento satisfecha.

"Los mosquitos" (Dakar)

Me encanta aplastar mosquitos que se posan en la pantalla de mi ordenador (uno de los pocos focos de luz en toda la ciudad a las doce de la noche) y ver como caen vivos dentro de las teclas. Sí, mi habilidad es increíblemente admirable. La cama en la que pasaré mi primera noche senegalesa me plantea una gran duda: por donde salir de ella. Estoy rodeada, protegida de pies a cabeza y de brazo izquierdo a brazo derecho. Cubierta por una malla anti mosquitos que se encargará de que ninguno de ellos pose sus diminutas patas sobre mi cuerpo. Empezamos mal, van dos minutos dentro de mi panel de abejas y ya me cargué a dos… ¿Cuántos me picarán? ¡Es divertido! Es muy divertido. Mañana seré un grano enorme, aún blanco,  y andante.